Sigo con mi manía de acosar a gente con talento (pa' ver si se me contagia) y hacerles mi cuestionario serializado. Hoy le toca a un escritor amigo: Pablo Martínez Burkett. Es de esa clase de escritores lúdicos, que a cada renglón le deja al lector pistas para jugar con la meta-literatura.
¡Mil gracias Pablo por tu siempre buena disposición!
¡Mil gracias Pablo por tu siempre buena disposición!
PABLO
MARTÍNEZ BURKETT nació
en 1965 en Santa Fe (Argentina). Es abogado (Universidad Nacional del Litoral,
Santa Fe) y Magíster en Derecho Empresario (Universidad Austral, Buenos Aires).
Tiene estudios de postgrado en la Universidad de Navarra (España), la
Universidad Adolfo Ibáñez (Santiago de Chile) y la Louisiana State University
(Estados Unidos). Enseña en la Universidad Austral. Es autor de los libros de
relatos Forjador de penumbras (2011, 1º Premio Mundos en Tinieblas 2010), Los
ojos de la divinidad (Muerde Muertos, 2013, Premiado por el Fondo Metropolitano
de la Cultura, las Artes y las Ciencias) y su flamante Mondo cane (Muerde
Muertos, 2016, con prólogo de Ricardo Acevedo Esplugas). Escribe para revistas
del país y el extranjero, y ha participado en diez antologías. Ha escrito
ensayos cervantinos para diversas universidades y las Jornadas Cervantinas
Internacionales de Azul. Recibió premios en una docena de concursos literarios
y forma parte del comité de redacción de Axxón. Algunas de sus narraciones han
sido traducidas al inglés, francés, portugués, italiano y rumano. Dirige el
blog El Eclipse de Gyllene Draken abocado a la literatura fantástica.
1- ¿Qué
fue antes, el huevo o la gallina? ¿Qué hay primero? ¿Un lector que se
transforma en escritor, o un escritor que se transforma en lector?
Creo firmemente que no hay escritura sin
lectura. Un libro es un amasijo de letras esperando que un lector lo abra y
resignifique lo escrito a partir de sus propias representaciones. Y viceversa,
no hay lectura sin un escritor que logre encantar las palabras. En mi caso,
primero está el lector incansable y luego, bien atrás, el escritor.
2- Describime
tu escritorio a la hora de sentarte a escribir un texto.
Hay una expresión latina que se aplica perfectamente:
multum in parvo cuya traducción
académica sería algo así como “mucho en un espacio pequeño” pero que un reo de
la cortada San Ignacio en Boedo traduciría como “un reverendo kilombo”: la
notebook, el telefonito, columnas de libros en precario equilibrio, revistas,
papeles, artículos de escritorio, en fin, un caos.
3- ¿Cuánto
hay de tu pedacito de barrio en tu escritura?
Uno de mis postulados personales es conservar
el asombro del universo, que es otra forma de decir: seguir mirando las cosas
con ojos de niño. Si Tolstoi tenía razón con aquello de “Pinta tu aldea y
pintarás el mundo” es probable que todo lo que escribo esté teñido de mi
infancia y, por lo tanto, de mi barrio Candioti Sur, frente a la Cervecería
Santa Fe, en mi ciudad natal de Santa Fe. Aunque de hecho no se nota.
4- Todos
los escritores recomiendan tomar talleres. ¿Por qué hay que tomarlos?
Por
varias razones. La primera y más obvia, para aprender. Tener una computadora no
nos convierte en escritores. Subir aforismos divertidos a las redes sociales no
nos convierte en escritores. En segundo lugar, para testear una composición con
los compañeros. La lectura en voz alta y frente al público confiere una nueva
dimensión a lo escrito y nos permite comprobar como respira el texto. Finalmente, para conocer gente y hacerse de
amigos. También están los que van al taller de tal o cual porque de ahí salen
todos los premios Vellocino de Oro o porque quien coordina el taller dirige la
revista “Patas arriba” y te garantiza un canal de publicación. Todas las
razones son válidas.
5- ¿Cuál es el mejor consejo que te han dado como escritor?
Menos es más.
6- ¿La
mayor alegría literaria que has tenido?
Afortunadamente son muchas. Primero de todo,
los amigos que la literatura me fue regalando. Claramente es la mayor alegría.
También podría nombrar algún premio en concursos, como por ejemplo el Mundo en
Tinieblas que significó la publicación de mi primer libro. Sería muy falso si
no reconociera que cuando me empezaron a pagar por escribir también fue ocasión
de una gran alegría (o en todo caso, una vindicación) Y no puedo dejar de
mencionar alguna que otra vez cuando en un lugar inesperado (una estación de
servicio en Villa Mercedes, una escalera mecánica en Buenos Aires) alguien te
pregunta: usted es el escritor, ¿no? Ahí más vale que tengas la autoestima con
la rienda corta porque si no, se te desboca.
7- ¿Qué
escritor te robó una idea antes de que se te ocurriera?
Si
todavía no se me ocurrió será una idea que navega en el mar de los arquetipos y
entonces cualquiera puede aprovecharse de ella sin pagar royaties. Pero si ya se me ocurrió… me pasa bastante a menudo que
en una película o peor aún, en hechos de la realidad se presenta una situación
que parece calcada de alguno de mis relatos (tanto que con el escritor Lucas
Berruezo jugamos a “denunciar” esos falsos latrocinios). Sin ir más lejos, la
semana pasada vi por primera vez una película que tiene un momento muy similar
a lo que pasa en una de mis novelas sin publicar. Lo grave es que la película
es bien anterior a mi texto. ¿Quién me va a creer que no le hice, digamos, un homenaje?
8- ¿Qué
se siente haber terminado un texto?
Una
mescolanza de alivio, tristeza, duda, satisfacción, ausencia. A veces, orgullo.
Otras, vergüenza.
9- ¿Qué
debe tener un buen texto?
No
lo sé. Hay una miríada de monos sabios que se ganan los garbanzos con recetas
infalibles. Si tuviera que arriesgar, creo que empezaría por una sintaxis que,
en nuestro caso, observe las socorridas reglas del castellano. Un pulso
narrativo que se sostenga y por supuesto, una estructura balanceada entre la
presentación, desarrollo, clímax y desenlace. Pero hay textos que observan
estos requisitos y no son buenos. Y otros, que se saltean unos cuántos y, no
obstante, son muy buenos. Así que no lo sé. Si tuviera que arriesgar una
respuesta diría que la capacidad de interpelar al lector.
10- ¿Cómo
es el lector ideal?
Umberto Eco postulaba la existencia de un
lector modelo (que vendría a ser aquel que es capaz de darle sentido o
contenido al texto propuesto). En este entendimiento, mi lector ideal sería
aquel que fuera capaz de vibrar en la misma sintonía de lo que escribo. Sin
embargo, personalmente, encuentro mucho más placer en las devoluciones que enfatizan
cuestiones que jamás tuve en cuenta o precursores
que nunca leí (o peor aún, que ni sospechaba de su existencia). Esa lectura es
mucho más enriquecedora que la canónica del tándem escritor-lector ideal.
Además, yo no quiero catequizar a nadie con mis ideas ni creo ser la voz
autorizada para postular un sentido de lectura.
11- Un
buen escritor… ¿se expone sin tapujos? ¿O logra evadirse totalmente?
No
me parece que exponerse resulte un requisito necesario para ser buen escritor Tengo
una educación prusiana por lo tanto la exposición de los sentimientos y, sobre
todo, la vida privada, me causa un sagrado horror. De cualquier forma, no se me
escapa que no son pocos los que escriben la historia de su vida apenas
disimulada. No me queda claro si es un rito catártico o un atajo al narcicismo.
Mi escritura está orientada al género fantástico, el llamado fantástico
rioplatense y en particular, el terror y la ciencia ficción oscura por lo tanto
es menos probable que me exponga. Pero igual, creo que es prácticamente
imposible despojarse de uno mismo así que algo de exposición, aunque sea
larvada, tiene que haber. Como dice Sabina: “Algunas veces vivo y otras veces,
la vida se me va con lo que escribo”.
12- ¿Qué cosa está sobrevalorada en la literatura?
Hay
una vieja (y no menos sórdida) guerra que privilegia al escritor de culto (que
no lo lee ni la madre) por encima del escritor que vende millonadas de
ejemplares. Me parece que se tiende a sobrevalorar al escritor de culto y a
despreciar al otro, pero lo siento más como el tema de la zorra y las uvas.
Pareciera que para ser buen escritor no hay que tener éxito. Y como no leo
best-sellers y estoy lejos de ser un escritor de culto me siento libre de tirar
la primera piedra. No sé para que escriben los demás, pero yo escribo para que
me lean y la mayor cantidad de gente.
13- Si
llegaran los extraterrestres… ¿Qué libro les regalarías como muestra del genio
humano?
El Aleph o Ficciones de Borges. De hecho,
alguna vez escribimos con Daniel Frini un relato a 4 manos sobre una situación
análoga.
14- ¿Qué
diferencia hay entre tu primer libro, y el texto en el que estés trabajando
ahora?
Cuando uno empieza a escribir (no importa la
edad concreta) tiende a farolear. Es una forma de decir: “acá estoy yo, mirá
todo lo que sé, mirá que lindo que escribo”. Con el tiempo procuré desembarazarme
de ese barroquismo inicial y lograr, como decía Borges: “… no la
sencillez, que no es nada, sino la modesta y secreta complejidad”.
15- ¿Qué
rostro tienen tus musas?
Mi trabajo consiste en provocar un
extrañamiento de lo cotidiano. Y para provocar la torsión fantástica es
necesario estar muy atento a lo que sucede en derredor así que puedo decir que
mis musas tienen la cara de la vecina, el compañero de asiento en el transporte
público, una nena con un globo en la plaza o alguien que va por la vereda de
enfrente.
16- Al
mejor estilo Frankenstein… armame un monstruo con partes de diferentes
escritores.
La
tentación que tengo de nombrar los ojos de Borges, la belleza de Kafka, la
proporcionalidad de Lovecraft y así al infinito y más allá. Pero como se supone
que soy un señor serio propongo el nominalismo filosófico de Borges y su
capacidad para nombrar el universo. El dandismo de Bioy. La miserable tristeza
de Poe. El horror cósmico de Lovecraft. El prolijo misterio de Walsh. La retorcida
simpleza de Arlt. La pedagogía de Piglia. La imaginación de Verne. La urgida
creatividad de Salgari. La misantropía de Schopenhauer. La locura postrera de
Nietzsche. Pobre Frankenstein: lo estoy condenando al suicidio.
17- Un
libro que todos recomienden y que no te haya gustado.
No me gustó Cien años de soledad. Y nunca
pude terminar el Ulises de Joyce. Ajustícienme, me la banco.
18- ¿Cómo
sería un mundo sin libros?
Si como quieren los hindúes, el mundo no es
otra cosa que el sueño de una divinidad dormida; creo que no habría mundo sin
esos pequeños sueños que despachamos en forma de libro.
19- Funda
una nueva religión. A quiénes se adoraría. Cómo serían los rituales.
Nunca
se me ocurrió. Pero puesto a imaginar sería una suerte de animismo, en contacto
con la Naturaleza y los seres que la habitan. Casi un panteísmo spinoziano. Y
si como enseñaba algún Padre de la Iglesia, “el alma limita con Dios” los ritos
tendrían que propiciar una introspección que habilite el diálogo y la comunión
con la divinidad limítrofe. También creo que adicionaría rituales de devolución
y agradecimiento a la Madre Tierra y al Padre Universo por todo lo que nos da.
20- ¿Qué
título tendría tu biografía póstuma?
Buenas noches, mariposas y difuntos.
Bonus
Track: ¿Qué pusiste la primera vez que dedicaste un libro?
Asumo que la pregunta está referida a un
libro mío. Igual no me acuerdo. Aunque tengo un par de yeites siempre trato de
ser personal y evitar el lugar común. Y no pocas veces, agregar algún detalle de humor.
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