martes, 22 de octubre de 2013

Sobre el poder formador de la lectura y la industria de bienes culturales

Hace unos días, conversando con amigos sobre un par de satisfacciones que me ha dado “Cuentos Criollos”, uno me felicitó y me dijo: “Es muy bueno que te vaya bien, sobre todo en estos tiempos que la lectura se ha vuelto sólo para las elites”.

A ver, Cuentos Criollos es un auténtico producto nacional y (poco) popular. La idea del programa es tan sencilla como la de un grupo de amigos juntándose a leer en voz alta cuentos de escritores argentinos, escritores que van desde el prestigioso Grupo de Florida (Borges, Bioy Casares, Marechal, Güiraldes), su contracara, el Grupo de Boedo (Arlt, Yunque, Barletta), nuevas apariciones en las letras argentinas, hasta escritores talleristas de todos los recovecos de la Argentina. El único requisito de los textos es su grado de oralidad, y otro totalmente subjetivo como es el de gustarnos a quienes hacemos el programa.
Para hacer buena literatura no hace falta pertenecer a ninguna elite social, sino tener ganas de contar buenas historias, véase la historia de Lucio Mansilla y compáresela con la de Pablo Ramos o Washinton Cucurto.

Lo mismo sucede con la lectura.
Creo que se ha sobrestimado el poder formador de la lectura. “Que la lectura te hace más inteligente” me parece nada más que un meme que data de otros tiempos. Hace unas cuantas décadas Pierre Bourdieu explicó que algunas personas se creían superiores a otras por su condición de inteligentes, inteligencia que ellos creían era herencia biológica. A esto lo llamó “Racismo de la Inteligencia”, y explicó que la inteligencia de estas elites no provenía de su biología, sino de sus recursos económicos que les permitían el acceso a la educación (privada) y al soporte para la misma (libros).

Ahora analicemos lo siguiente: En las últimas décadas se ha abaratado enormemente el mercado de los libros (esto se debe a las nuevas tecnologías de reproducción y a la precarización de los materiales con los que se hacen), aparecieron maquinas para copiarlos (fotocopiadoras e impresoras de ordenador) y  el soporte digital (la internet, los e-books y los audiolibros). Por todas estas cosas creo que el ciudadano promedio de hoy debe haber leído mucho más que el ciudadano de elites de hace unas cuantas décadas o siglos atrás.
Nunca hice la cuenta, pero estimo que en mis 33 años debo haber leído cerca de 1.000 títulos, y no sólo no soy más inteligente, sino que sigo tan torpe como siempre. Ni hablar de Sócrates, que por su época si pudo acceder a un libro, debió ser sólo uno y nada más, y aún así sigue siendo una de las mentes más brillantes que ha dado la humanidad.

Pues, si la lectura no te hace más inteligente… ¿Qué es lo que tienen de especial los libros? Es fácil de responder, y me sorprende que muchos docentes no lo inculquen desde la temprana edad. La literatura ES DIVERTIDA, es tanto o más divertida que ver una buena película, pues en el libro el protagonista no es el galán de moda que me dice Hollywood, sino uno mismo.

Sobre las sensaciones que genera la lectura les confieso algunas cosas que pasaron en la producción de Cuentos Criollos. Aunque había sido leído con anterioridad (y por eso mismo elegido), cuando grabé el cuento de Esteban Valentino “No dejes que una bomba dañe el clavel de la bandeja”, tuve que hacer mil cortes en la grabación porque en la lectura se me escapaba el llanto, no era el personaje de Ernesto el que sufría, sino yo mismo, y yo era quien contaba la desgracia de Malvinas que le tocó sufrir al personaje adolescente. Lo mismo le sucedió a María del Carmen Arellano cuando grabó el texto de Nadine Alemán “La aúca”. Algo parecido sucedió cuando grabé “Ulpidio Vega” de Fontanarrosa, tenía que parar una y mil veces para que la carcajada que me salía no quedara registrada.

Por último y para cerrar este post. Se ha dicho que la Internet ha dañado considerablemente el mercado del libro. No creo que eso sea así.
La Internet ha cambiado la manera de consumir productos culturales, ya sea la música, el cine o los libros. Hoy la gente consume más cine y música que nunca. Las pérdidas monetarias de las empresas de bienes culturales no se deben a la irrupción de la Internet, sino a su incapacidad de adaptarse a los nuevos rumbos del mercado.
No sé si el rumbo que tomamos cuando decidimos hacer Cuentos Criollos es el correcto, pero al menos debemos andar cerca del mismo. Algunos oyentes nos han escrito contándonos que gracias al programa ahora pueden “culturizarse un poco” (sic) y conocer nuevos autores, que muchas veces nos escuchan a través de su celular cuando viajan en colectivo, cuando cocinan, o cuando arreglan el patio. Obvio que preferiríamos que nos escuchen tirados en un sillón de cuero, con una copita de coñac en la mano e iluminados por una lámpara de bronce, pero tanto nosotros (cuatro amigos amateurs) como las empresas de bienes culturales debemos entender que por la precarización laboral de los últimos años, el ciudadano ya no tiene tiempo de sentarse a disfrutar de una buena historia. O pensamos en reestructurar toda la economía mundial para que el trabajador tenga un poco más de tiempo disponible para el ocio, o buscamos la manera de que los productos culturales se adapten a sus tiempos y necesidades.

Amén.

viernes, 11 de octubre de 2013

Cuentos Criollos en Facebook

Aunque "Cuentos Criollos" es un programa de radio hijo de las nuevas tecnologías, no nos habíamos puesto a trabajar para difundirlo masivamente y sólo nos limitábamos (a veces) a pegar los links en nuestros muros personales... Mientras tanto los archivos estaban alojados en Ivoox.com esperando que alguien se chocara con ellos.
Siguiendo consejos de amigos y algún oyente ocasional decidimos abrirle su sitio en la red social más popular del mundo: Facebook. Esto nos permitirá difundir mejor cada programa y conocerle la cara a quienes nos apoyaban desde el anonimato.

Algún día les contaré los pormenores del diseño del logo del programa.

En el siguiente link pueden encontrarnos en la red social, y con un simple "Me gusta" estarán siempre actualizados con respecto a lo que subamos y podrán interactuar con nosotros, opinar, sugerir y ayudar en la búsqueda de autores.

Cuentos Criollos en Facebook



Aquí el programa número 11, dónde además de escucharlo, pueden descargarlo.

Cuentos Criollos Programa 11

Promesas de La Habana. Cuento

Durante 2009 y 2010 trabajé en un volumen de cuentos titulado “Memorias de la Pangea”, trabajo que se compone de 25 cuentos inspirados en acontecimientos históricos alrededor de los cinco continentes. Uno de esos es “Promesas de La Habana”.

La cocina del cuento

Puede parecer que esta anécdota tenga poco que ver con el cuento y su cocina, pero en ella encontré la lente con la que veo el mundo.
En 1997 en un viaje que hice a Buenos Aires con mi viejo compré un disco de los Enanitos Verdes, “Guerra Gaucha”, un gran álbum que por esas cosas del mercado lo pagué sólo a un 20% del precio estándar de los discos de ese entonces. Yo tenía 17 años, edad hermosa en la que las palabras que faltan se toman de las canciones, y si hubo una banda que le puso música a los sentimientos de los pibes de mi generación, esa fue Los Enanitos Verdes. Ese trabajo estaba repleto de buenas canciones, pero hubo una en particular que a mí me marcó: “Caretas sin alma”. Quizá no haya sido una de esas canciones de fogón a las que nos tenían acostumbrados la banda mendocina, pero en su letra incluía una frase muy fuerte y que siempre me viene a la cabeza “patria no es tierra, es libertad”.

Analizar a Cuba no es fácil, mucho menos desde un país donde desde siempre se ha tenido acceso a la educación y a la salud gratuitamente. No quiero entrar en el juego de analizar la política de un país que no es el mío desde la visión reduccionista ni de la izquierda ni de la derecha.
Desconozco los números reales de cómo se redujo la mortalidad infantil y las muertes por desnutrición y subnutrición en el país caribeño desde la revolución del 59 a la fecha, lo cual es un gran mérito de los hermanos Castro, los únicos gobernantes de la isla desde entonces. Pero hay otro dato que no se puede ignorar, que es la imposibilidad de los ciudadanos cubanos de abandonar la isla y los números de víctimas fatales que esto ha provocado. Se calcula que desde 1959 a la fecha, aproximadamente 150.000 personas han muerto tratando de huir de Cuba cayendo al mar o por los disparos de los guardafronteras.
Los disidentes de un gobierno que no ha cambiado desde su revolución, o los ciudadanos que deseaban probar suerte en otras naciones, tenían tal sentimiento de impotencia que cualquier oportunidad de escape era aprovechada, y hasta el paso del poder de Fidel a su hermano Raúl que aparentemente está iniciando un proceso de apertura, cada vez eran más los que estaban dispuestos a pagar el alto costo de dejar atrás su país y sus seres queridos, en busca de libertad u oportunidades.  “Patria no es tierra, es libertad”.


La idea de la historia me vino en dos partes. La primera fue mirando la película Habana Blues con mi hermana, una película neutral con respecto al castrismo, de hecho ni lo menciona, tan sólo cuenta de cómo viven y sienten los artistas cubanos. La segunda parte fue en base a una anécdota que me comentó una amiga, que en un viaje a otro país caribeño, los ciudadanos se ofrecían como maridos u esposas para que los sacaran de allí.

Dedicado a mi hermana Rosario.



Promesas de La Habana

             Alberto Nicanor Santos le prometió a Lola Zamora amarla, respetarla y enamorarla cada mañana con una nueva poesía.

            Soñaba con vivir de sus palabras en el papel, que sus sonetos endecasílabos recorrieran con él todos los cielos del mundo, que su arte lo sacara de esa maldita isla. La Habana era una ciudad repleta de poetas, poetas que manejaban taxis, poetas que vendían collares en las playas, poetas que dignamente se ganaban el pan trabajando sin poesía.

            Alberto Nicanor Santos le prometía a Lola Zamora regresar temprano, y a las turistas les prometía pasearlas por la ciudad, contarles de Fidel y de la revolución y enseñarles a bailar la rumba. A la sueca, con rimas elegantes, le contó de su sueño de amarla en la misteriosa Estocolmo, a la yanqui de sus deseos de hacerle el amor en un callejón oscuro de Nueva York, y a la francesa de cómo la acariciaría en las blancas arenas de Marsella.

            Y mientras La Habana continuaba deteriorándose las promesas no se cumplían, ni las de regresar temprano ni las de girarle pasaje y pasaporte. Y cuando Lola Zamora subió sola a una balsa prometiendo no regresar, el poeta no encontró palabras.

sábado, 5 de octubre de 2013

Pétalos. Cuento

Mientras me ahogaba pensando en qué cuento podía subir esta semana, Tukis me ganó de mano y publicó en el muro de Alas Letras Pétalos… Listo, problema solucionado, me ahorró una sesión de terapia diciéndole a mi psicóloga que no puedo decidirme por qué cuento escoger porque no sé a qué edad mi mamá me sacó la teta.
Este cuento tiene una historia muy linda atrás. Pues con él, en el marco de la Semana del Escritor que celebraba la Municipalidad de La Ciudad de San Luis en junio de 2012 pude debutar como escritor en público, fecha que además coincidía con mi cumpleaños. Les agradezco a mis compañeros de Alas Letras por en tan importante fecha haberme permitido mostrar lo que hago.

La cocina del cuento
Esa historia surgió de un juego de palabras con mi esposa (entonces con nada de esposa y mucho de novia). ¿Una persona pedante, es aquella que sufre de gases? ¿Una  petulante es una persona que tiene pétalos? Esa noche me senté e inventé la historia sobre la mujer petulante. 
Dedicado a mi amiga Sofía Rojo, de New Italy Town, Córdoba city.



Pétalos

            Ella era petulante, no en el sentido de la pedantería (para eso estaba yo), sino que deshojaba los pétalos de sus amantes en un aburrido e insoportable me quiere/no me quiere, aún, sabiendo que los pétalos de las personas son número par.
            De ella me gustaba su perfume, perfume a flores, perfume del que ella renegaba, perfume a amantes que se le habían marchitado.
            Cuando me arrancó el primer pétalo no dolió. Lo arrancó de la lengua, y éste salió con un te quiero. Jamás me habían arrancado uno… ni un te quiero.
El segundo lo arrancó días más tarde de la patilla. Todo hombre que haya usado patilla sabe cuánto duele un fuerte jalón de pelo en esa zona, supongo que por ese motivo salió tan violento el no te quiero.
La reconciliación llegó mediante un ramo de flores obsequiado, flores que por cierto usó para hacer bombones. Con ella aprendí eso, se pintan los pétalos con un almíbar aguachento y se los rocía con azúcar impalpable.
El tercer pétalo lo sacó accidentalmente mientras me quitaba pelusa del ombligo.
El siguiente se cayó sólo, fue en medio de una acalorada discusión. Se desprendió por culpa de un tal Newton.
La quería y la quería con locura, pero ella no podía contener esa voz interior que la llamaba a arrancarme de un pellizcón los pétalos. Al cabo de unos meses de relación comencé a usar sombrero para disimular una prominente alopecia foliada. Intenté frenar este proceso untándome en abono. Esto funcionó la primera semana pero desistí de ello por el desagradable olor que me dejaba, todos sabemos con qué se hacen estos productos. Probé tomando unas pastillas germinantes que tuvieron un placentero efecto afrodisíaco, pero al fin de cuentas los pétalos que ella me arrancaba no volvían a crecer.
Así continuamos juntos hasta que quedé con un solo pétalo, un último solitario y pobrecito pétalo, que por una de esas casualidades poéticas estaba ubicado justo en el lado izquierdo de mi pecho, encima del corazón. Estaba debilucho y amenazaba con caerse. Lo aseguré emparchándolo con cinta scotch. No quería no quererla más.
Me dediqué a tenerle las manos ocupadas, a regalarle tantos anillos para que los dedos pesados y torpes no pudieran acercarse hasta mi pecho.

¡Malditos joyeros! ¡Y malditos los espejos de las joyerías!
Mi amada miraba un juego de aros cuando ese joyero al que he jurado vendetta le ofreció probárselos frente a un espejo. Ella se contempló un largo rato, estudiándose, repasándose, haciendo un doctorado de sí misma. Pensé que los aros no le gustaban y propuse mirar otros anillos, todavía más grandes y pesados.
—¿Te has dado cuenta? —Me preguntó por fin—. ¿No me parezco a una flor?
—¡Sí, amor mío! La flor más bella. Tu piel tiene la suavidad de una magnolia en la mañana y el color de las flores del manzano, y tus ojos están hechos de hojas de arce en otoño.
Me sonrió y pasó los siguientes minutos confirmándose frente a su reflejo.
—No te quiero más —me anunció—. Yo misma tengo los pétalos, los aromas y los colores que necesito, me he dado cuenta. No es justo que te deshoje. —Me dijo y me abandonó para siempre.

…y este maldito pétalo traidor no se cae, no se marchita, no deja de quererla.