Inauguro sección en el blog. La idea de esta sección es
hacer 20 preguntas estandarizadas a escritores amigos. Arranco con Enrique
Decarli, uno de los primeros artistas que conocí gracias a Cuentos Criollos, y
además de un talentosísimo escritor a quien admiro, es una persona súper generosa.
¡Gracias Quique por tu buena disposición!
Enrique Decarli nació en Buenos Aires en el año 1973. Es abogado y músico. Publicó los libros de cuentos Desde la habitación del sur (Libresa, 2009), finalista del Concurso Internacional de Literatura Juvenil organizado en Quito, Ecuador: recomendado para la escuela media por el Ministerio de Educación y Cultura de la Nación Argentina en el marco del Plan de Lectura Nacional 2010; Big Bang (Textos Intrusos, 2013), Jauría (Eloísa Cartonera, 2014), premio “Nuevos Sudaca Border” 2013, Bengalas (Paisanita Editora, 2014), y la novela Flipper (Paisanita Editora, 2016). Su libro de cuentos inédito, Vía Láctea, en abril de 2013 fue finalista del 3er. Concurso de Narrativa Eugenio Cambaceres, organizado por la Biblioteca Nacional Argentina y el Museo de la Lengua. Desde el año 2008 dicta talleres de lectura y narrativa. Vive en Rafael Calzada, provincia de Buenos Aires.
1- ¿Qué fue antes, el huevo o la gallina? ¿Qué hay primero? ¿Un lector que se transforma en escritor, o un escritor que se transforma en lector?
Creo que el huevo. Me parece difícil pensar o tener el impulso de escribir (de convertirse en escritor) sin haber disfrutado de la lectura. De haber dicho, antes: qué bueno está esto. Qué bueno debe ser hacer esto. Me gustaría probar.
2- Describime tu escritorio a la hora de sentarte a escribir un texto.
Es, simplemente, el mueble donde está la computadora. Teclado y monitor, pad y mouse. La CPU al costado, abajo. Arriba de la CPU, hojas, usadas para reciclar, y alguna resma en blanco. La impresora a los pies. El equipo de música, al lado del monitor, que permanece apagado mientras escribo. La colección de CD´s en tres estantes por encima del monitor. En general, tomo algo: mate, café, sopa. Así que algo de eso puede haber: una taza, el termo, el mate. No más. Ya ni siquiera fumo mientras escribo.
3- ¿Cuánto hay de tu pedacito de barrio en tu escritura?
Un poco. No mucho. Casi nada por el barrio en sí mismo, como concepto o como tema. Sino más bien porque son imágenes familiares (estaciones, baldíos, avenidas, cañaverales, personas, etc.) que tengo a mano y que suelo usar aun descontextualizadas.
4- Todos los escritores recomiendan tomar talleres. ¿Por qué hay que tomarlos?
Yo tomé talleres. No muchos, pero tuve la suerte de ir a uno que me definió. Ni siquiera era un taller de escritura. Era de dramaturgia, con Mauricio Kartún. De su enseñanza extrapolé todo lo que pude a la narrativa. Y aprendí un montonazo.
También dicto talleres.
Me parece que hay un par de cuestiones conceptuales que se reproducen en forma de equívoco. Errores de concepto. Formas de pensar equivocadas. No sé por qué, pero verifico en los alumnos iniciales el mismo tipo de creencias: en cuanto al uso del lenguaje, la función de las imágenes, la dimensión ideológica que puede tener un texto, la función (si es que existe alguna función) de la literatura, y etcéteras. Errores que también tuve yo antes de ir a los talleres.
Me parece que son esos errores los que el taller debe aclarar. Alguien tiene que ofrecerte, fundadamente, la oportunidad de re-analizar esos conceptos desde otro lugar. Eso te abre mucho la cabeza. Con ideas nuevas, podés pensar de nuevo la literatura. A partir de ahí, la escritura es toda del alumno.
5- ¿Cuál es el mejor consejo que te han dado como escritor?
Seguir la imagen. La imagen es todo. La imagen es infinita. Atrás de la imagen, siempre hay más imagen. Las ideas, en cambio, se les terminaron hasta a los filósofos.
6- ¿La mayor alegría literaria que has tenido?
Mi mayor alegría literaria, siempre, es terminar, satisfecho (porque a veces no lo estoy), lo que estaba escribiendo. Esa alegría se repite cada tanto; pero cada vez es nueva, como si fuera la primera vez.
No hay, en verdad, otra mayor.
7- ¿Qué escritor te robó una idea antes de que se te ocurriera?
C.S. Lewis, en las Crónicas de Narnia. La entrada a otro mundo a través del placar. En 1988, a mis quince años, escribí una novelita juvenil que la terminé 20 años después: dos amigos accedían a otro mundo, a través de un portal que había en el placar de la habitación del narrador. Diecisiete años después del primer borrador (en el 2005), con el estreno de la primera película, me desayuné que Lewis las había escrito en la década del 50. ¡Juro que no lo sabía! Entonces cambié de portal. Jeje. Ahora los amigos acceden por una ventana.
8- ¿Qué se siente haber terminado un texto?
Satisfacción. Felicidad. Plenitud.
Confirmar que es esto (escribir) lo que quiero hacer y lo mejor que hago (aunque lo haga mal). Para lo que sirvo (aunque no sirva).
9- ¿Qué debe tener un buen texto?
Sólo coherencia.
Creo que esa virtud abarca y trae el resto. Sobre todo la verosimilitud.
No creo que haya elementos que uno pueda elegir o indicar como necesarios a priori. Cada historia necesita su dosis de condimentos que le son propios: tensión, conflictos, ciertas imágenes y determinados climas, vínculos personales orgánicos, narrador, un tipo de lenguaje, etcétera.
Pero cada uno de esos aditamentos (que estén o no y en qué medida) debe responder, coherentemente, al universo que se narra.
10- ¿Cómo es el lector ideal?
El lector hospitalario. El que acoge al texto en su imaginación, y permite que sus sueños se sigan ramificando. Me gusta ese lector, que no lo perfilé yo, por supuesto. Lo imaginó Borges, en el epílogo a El libro de arena.
11- Un buen escritor… ¿se expone sin tapujos? ¿O logra evadirse totalmente?
Me parece que hay de los dos tipos de buenos escritores. Los que han hecho una gran obra, o gran parte de su mejor obra, en principio, exponiéndose o usando mucho de su vida -si bien ficcionalizada- como punto de partida (pienso en Pablo Ramos, por citar algún ejemplo argentino contemporáneo, o en Fabián Casas), y quienes no parten de su vida para escribir libros monumentales (Borges, digamos, Calvino). Y también pienso en escritores que trabajaron ambas zonas. Mario Levrero, por ejemplo. Sus diarios (El discurso vacío y La novela luminosa), parecen tener que ver más con él que sus novelas y cuentos (El lugar, La ciudad, Espacios libres, La máquina de pensar en Gladys).
12- ¿Qué cosa está sobrevalorada en la literatura?
A veces, me parece, un cierto culto a la “espontaneidad”.
No lo digo como método de trabajo, que bien utilizado puede ser un buen punto de partida para el hecho creativo. Sino, más bien, como postura posterior ante el propio material. No todo lo que se escribe es bueno. En general, creo, poco de lo que se escribe es bueno. No todo puede convertirse en un cuento, una novela, un poema. Aun cuando sea espontáneo. No me parece que la espontaneidad sea una virtud en sí misma. Sigo valorando el laburo de orfebre, de artesano, del autor.
13- Si llegaran los extraterrestres… ¿Qué libro les regalarías como muestra del genio humano?
La Eneida.
14- ¿Qué diferencia hay entre tu primer libro, y el texto en el que estés trabajando ahora?
Para empezar, unos diez años de diferencia.
Una actitud diferente con relación al trabajo. Más exigencia al momento de corregir y definir: esto sirve; esto, no.
Un nivel de conciencia mayor con respecto a los propios límites. Más oficio para moverme mejor dentro de esas fronteras. La certeza de que tengo que correrlas.
Sin distinción de género (el primer libro fue de cuentos), estoy laburando unos cuentos y también una novela. En estos últimos tiempos voy intentando, de a poco, variar argumentos, extensiones, narradores, formas e incluso géneros: la novela, por ejemplo, es la primera pieza de ciencia ficción que abordo.
15- ¿Qué rostro tienen tus musas?
En verdad, no lo sé. Nunca las vi ni las imaginé. Sé que existen; pero también creo que habitan una dimensión fantasmática que prefiero no indagar. Cada tanto, tengo la sensación de que cambian. Pero no lo podría afirmar. Es algo que supongo, por ejemplo, cuando empiezo a escribir algo diferente a lo anterior.
16- Al mejor estilo Frankenstein… armame un monstruo con partes de diferentes escritores.
Universos narrativos: Borges.
Argumentos: Ítalo Calvino.
Mi costado femenino: Silvina Ocampo.
Lenguaje: Marcelo Cohen.
Lunfardo: Bernardo Kordon.
Concisión: Antonio Di Benedetto.
Puntuación: Fogwill.
Serenidad: Pedro Mairal.
Descripciones: Saer.
Comparaciones: Armonía Somers.
Entraña: Roberto Arlt.
Ingenuidad: Felisberto Hernández.
Angustia: Kafka.
Aspereza: Onetti.
Ironía: Oscar Wilde.
Desmesura: Roberto Bolaño.
Terror: Poe (mi primer amor).
Humor: Fontanarrosa.
Extrañamiento: Levrero.
17- Un libro que todos recomienden y que no te haya gustado.
Las hamacas voladoras, de Miguel Briante.
Quizás debería volver a leerlo.
18- ¿Cómo sería un mundo sin libros?
Es un paradigma distinto.
Pero historias para contar siempre va a haber. Aun sin libros. Y gente dispuesta a contarlas y gente dispuesta a recibirlas, también. No imagino que desaparezca esa necesidad o ese hábito.
Supongo que sería volver a la época de la tradición oral. Una par de personas con una memoria prodigiosa, yendo de acá para allá, narrando historias en lugares públicos donde la gente se agolpa a escuchar.
19- Funda una nueva religión. A quiénes se adoraría. Cómo serían los rituales.
Fundaría una religión en la que se venere la fuerza que organiza el Universo. Llamémoslo Absoluto. Sin rituales. Cada cual tendría que esforzarse por ser, con responsabilidad, la réplica, en escala, de ese orden superior.
20- ¿Qué título tendría tu biografía póstuma?
Algo más importante que instantes o tropiezos